12 de mayo de 2010

Música de la Historia

No viviré para oír las nuevas de Inglaterra,
pero adivino que será elegido rey
Fortinbrás. Le doy mi voto agonizante.
díselo, junto con todos los sucesos
que me han llevado… El resto es silencio


The rest is noise es el referencial título de la versión en inglés de este libro de Alex Ross (no confundir con el autor de cómic). En castellano se ha traducido como El ruido eterno, una traducción libre basada en una eufonía mejor que no traicionase ni el sentido del libro ni la cita culta que supone, las últimas palabras de Hamlet. Pero tras la poesía está el tema concreto, en el subtítulo: Escuchar al siglo XX a través de su música. Efectivamente, El ruido eterno es un libro sobre música, y, en concreto, es una historia de la música clásica en el siglo XX. Como mérito principal que resuma los valores del libro, basta decir que produce unas ganas tremendas de escuchar todas las obras mencionadas y estudiadas a lo largo de sus 670 páginas, incluso para alguien de escaso oído como yo. Otra cosa es enfrentarse a las obras en sí, porque en ese momento sí se produce a veces una rebaja del entusiasmo, si bien lo normal es descubrir cosas interesantísimas a las que nuestro oído no está acostumbrado. Nada que no ofrezca el mismo autor a través de su website therestisnoise.com/audio (obsérvese la bonita referencia cinematográfica, un momento que en efecto captaba bien el sentido de la música)


Alex Ross, según foto de su propia web arriba mencionada
Alex Ross ha escrito una historia del siglo XX a través de su música. Resulta inaudito ver cómo un arte en principio espiritual, incapaz en muchas ocasiones de discurso obvio (salvo en las óperas y cantos) como la música clásica, ha formado parte ineludible de los sucesos del siglo, ha respondido a sus cambios políticos, sociales y culturales, ha tenido una historia dramática clara que las notas tal vez no desvelan en una mirada superficial. La opción de Ross es difícil, pero excelentemente resuelta: aunque utiliza la técnica musical que necesita para la descripción de las piezas, de las innovaciones que se van sucediendo, y de los movimientos musicales, no olvida nunca el enfoque histórico, y que está narrando y no sólo describiendo. Así, los melómanos obtienen un disfrute adecuado (creo, no he leído comentario contrario al respecto), y los meros aficionados no llegamos nunca a perdernos irremisiblemente entre octavas, atonalidades, o dodecafonías. Incluso conseguimos situarlas mejor en el siglo de las vanguardias desmedidas. Además, Ross traza certeros perfiles psicológicos de cada protagonista (Strauss, Mahler, Schoenberg, Stockhausen, Stravinsky, Shostakovich, Prokofiev, Debussy, Messaien, Boulez, Britten, Cage, Copland, Adams, Gershwin, Bernstein…), revelando un nivel de documentación elevado, y un dominio excelente de la narración para engarzar lo personal y lo público, lo culto y lo cotidiano, lo íntimo y lo sociopolítico.

No es posible destacar ninguna historia entre las miles que encierra el volumen, si bien las dos primeras partes resultan espectaculares por la trepidante vida que llevaron la música, sus compositores, y sus intérpretes, del siglo de manera descarada hasta 1945. Y, obviamente, los apartados que muestran las relaciones de los músicos con Hitler, Stalin y Roosevelt, resumen en sí mismos el sentido de un siglo y el mismo sentido del libro. Tal vez haya un punto que eleve aún más el libro: la constatación de saberse la historia de una ‘derrota’. La pérdida de influencia del compositor en la vida social y política a lo largo del siglo es muy significativa: el 'novecento' ha derribado muchas barreras, y una de ellas se llevó la música culta de los altares de la fama y ascendió a los mismos a los compositores de música popular.

Si les da miedo, porque no están acostumbrados a la música clásica, o porque esto de la historia política vs música les abrume un tanto, dénse un paseo por la web de Alex Ross. Lean los textos resumidos, escuchen los breves extractos musicales. Dudo sinceramente de que no se interesen más.