28 de diciembre de 2013

El contexto de la ambición

(Reseña previamente publicada en la revista cultural Factor Crítico)

 

Hans Fallada es un autor alemán de la primera mitad del siglo XX hasta ahora olvidado, arrastrada sin duda su memoria por la vorágine del nazismo y sus consecuencias, y por su prematura muerte en 1947, cuando el país no estaba para reconocimientos culturales. Fallada fue un autor de éxito en vida, que incluso pudo mantener durante la época nacionalsocialista en la que no abandonó el país, y que en El hombre que quería llegar lejos escribe un prototipo de best-seller casi de manual.

El hombre que quería llegar lejos narra la historia de Karl Siebricht desde 1909, año de la muerte de su padre, en que con 16 años decide emigrar a Berlín desde su pueblo natal, hasta bien entrada la década de los años 30. Karl siempre deseó conquistar la ciudad a partir de sus ideas y su trabajo como empresario, como una obsesión permanente que se ve siempre, de una manera u otra, impedida por circunstancias que no controla: políticas, como el estallido inesperado de la I Guerra Mundial; económicas, como la enorme inflación del período de entreguerras; o familiares y personales, con el peculiar trío de hecho que Karl se construye con su amiga Rieke Busch y su colega Kalli Flau.


Las páginas más vibrantes y reveladoras del interés de Fallada en su libro tienen que ver con la creación de la empresa de transportes de equipajes que Karl y Kalli implantan en Berlín antes de la IGM. El ritmo y tensión que Fallada alcanza con cuestiones tan prosaicas como la financiación, las condiciones de los contratos de alquiler y servicios, o las relaciones entre socios, son las de un thriller apasionado y adelantado a su tiempo, que profundiza en los procedimientos económicos como un retrato necesario y presente de la imagen socioeconómica y laboral del Berlín y la Alemania de aquellos años.

Si las páginas son reveladoras se debe sobre todo a la inevitable fascinación que produce el mecano determinista de la Historia, que en este caso lleva los hechos al lugar histórico central del siglo XX. Karl Siebrecht es ambicioso pero no avaro, y en su empeño por destacar honestamente no quiere ayudas que no pueda devolver o que aplasten su espíritu. Pero se enfrenta a un mundo que le sobrepasa, en un conflicto permanente en que es fácil ver matices de nuestra crisis actual, así como del propio devenir alemán en los años 30, si bien el nazismo no aparece en ningún momento. Y no se trata sólo de la IGM (que constituye una gran elipsis en la novela) ni de las penurias económicas que supuso un Tratado de Versalles que no se menciona, sino también de la vida bajo el contrabando, el mercado negro, o incluso los batallones paramilitares de otros países en terreno alemán. Pero Karl en su ambición, o los demás personajes, no llegan a formalizar nunca un interés político.


El hombre que quería llegar lejos es, especialmente su primera parte, una obvia Bildungsroman que resulta más plana en su retrato de personajes, un tanto invariables, en general. Estos están presentados en múltiples dicotomías enfrentadas: joven/maduro, pobre/rico, trabajador/empresario, y los avances en estas líneas divisorias forman parte de la estructura de la novela en paralelo a los negocios de Karl. Sin embargo, las relaciones entre ellos, tanto para asuntos de negocios o de familia, resultan un tanto blancos e inocentes, y muchos comportamientos parecen demasiado ingenuos si se comparan con otros cronistas de la época como Isherwood o Mann. No puedo llegar a saber si es falta de habilidad en el perfil psicológico o un resultado de la necesidad de escribir un éxito, en el que hay un retrato a veces descarnado de la realidad, pero mucha resignación y poco análisis de causas, además de una obvia ausencia de contexto político (salvo la inevitable pero fugaz mención a la guerra) en un país y momento que bullía de ideologías. También puede deberse a los términos históricos y políticos del posible momento de su publicación, que finalmente fue póstuma, en 1953. Pero, en cualquier caso, no invalida el talento narrativo de Fallada, que estructura con lógica aplastante los acontecimientos de esta casi novela río, excelente texto para conocer la vida de Berlín entre 1910 y 1930, testimonio de una ciudad de la que ya no existen apenas rastros, y, en cualquier caso, un libro de lectura trepidante.






20 de diciembre de 2013

¿Una tacita?


La taza de oro es la Ciudad de Panamá, y este libro, de título completo La taza de oro. Una novela sobre Henry Morgan, el bucanero más famoso de la historia tiene como episodio central su toma y saqueo por parte del bucanero Henry Morgan en 1671.

Panamá La Vieja, 1609 (vía)

Henry Morgan es uno de esos piratas fascinantes que ha dejado la historia de los mares, y más específicamente, la del Caribe. Nacido en Gales, la llamada a la aventura a los quince años le llevó a embarcar hacia América en un barco cuyo capitán le vendió como esclavo al llegar. Chico listo, ambicioso y obsesionado, consiguió liberarse, hacer algunos saqueos inteligentes con un barco, y finalmente convertirse en un gran pirata capaz de capitanear a espaldas de la corona británica la toma de la inexpugnable ciudad española de la taza de oro… Morgan consigue fama y gloria tales que el muy inteligente gobierno británico aprovechó para nombrarle gobernador de Jamaica y usarlo como azote de sus antiguos compañeros de andanzas.

Poco parecido con Errol Flynn o Tyrone Power

La vida de este malísimo redomado es el tema de esta primera novela del mismísimo John Steinbeck. He llegado a ella por los exageradoselogios de Fernando Savater en su libro, y es muy difícil rastrear en ella los intereses del hombre que más tarde escribiera Las uvas de la ira, De ratones y hombres, o Al este del Edén. La taza de oro fue un fracaso cuando se publicó en 1927, pero abrió el camino del escritor hacia el premio Nobel y una gloria mundial aumentada por el impacto de las versiones cinematográficas de sus novelas.

Aventura no del todo canónica sobre un héroe obsesivo sin retorno que triunfa y se desmorona gracias al éxito, la novela es interesante (pero no precisamente profunda) en los apuntes del carácter del personaje, en el desarrollo y ritmo de sus episodios (esa Panamá que elige defenderse de los piratas yendo masivamente a misa), pero menos en su estructura, que lleva a un final abrupto que el propio autor parece no entender, pues no trabaja la evidente carga personal y social que supone con el peso merecido. Su fuerza como aventura se pierde posiblemente por la negrura en crecimiento constante de su protagonista, que casi nunca toma una elección moral adecuada, a las que la aventura deseada y asumida obliga de continuo. Esto no es malo en sí: al contrario, podía hacer de ella la descripción de la tragedia de la vida de aventuras que fascina también por esto. Sin embargo, a la novela parece faltarle un impulso, tal vez un enemigo, que hiciera de Morgan un personaje más literario y menos real. Posiblemente no lo tuviera en vida y por ello personaje y novela se consumen en sí mismas, sin mayor trascendencia, aunque con un buen gusto de pericia literaria latente.


John Steinbeck (vía)


8 de diciembre de 2013

Dinero


Este volumen, de contundentes título y contenido, recoge los 5 números de la revista Dinero (subtitulada Revista de poética financiera e intercambio espiritual), escrita por Miguel Brieva entre 2001 y 2005, más unas cuantas páginas extra. Aunque yo nunca conocí la revista como tal, había visto viñetas e historias ilustradas por Brieva en El Jueves o El País. Profundamente sardónico con la idiotización social, individual y familiar fomentada por el capitalismo neoliberal, y, en especial, con la sobreexplotación del planeta, el estilo de Brieva es muy reconocible: uso irónico de las formas publicitarias, cierto estilo visual retro con toques de los cincuenta y los sesenta en vestuario y ambientación, amargura profunda por la disipación de la cultura occidental, presentación directa de un mundo subconsciente que muestra las mentiras obscenas del mundo democrático en que vivimos… Brieva usa viñetas sin textos, chistes directos de periódico, pequeñas incursiones en la historieta, y textos.


El volumen acumula tal cantidad de material que puede volverse excesivo. Con un discurso apabullante, demoledor por veraz, y sin apenas salidas o soluciones (lo único podría ser que el sistema a pesar de todo produce autores lúcidos como Brieva), el inabarcable pesimismo negro que muestra la obra es en ocasiones, sobre todo cuando el gag en concreto no funciona, desconsolador, y, con frecuencia, cruel. Algunas de sus páginas son muy brillantes, en general las dedicadas al chiste visual, en que Brieva es muy eficaz al caricaturizar las contradicciones del capitalismo y la democracia. Sin embargo, los textos resultan discursivos y previsibles, a pesar de alimentarse del mismo material y aliento autoral.


Dinero es un volumen de más de 400 páginas (cada una de las revistas originales no era por tanto pequeña), y me lleva a pensar en la eficacia con que funciona una obra (o con que se da un mensaje) en función de su formato, y su longitud. Tal vez como recopilación no sea la mejor idea, o tal vez como lector debería haber ido abandonando y retomando su lectura pausadamente, para una mejor experiencia.


Miguel Brieva (vía)