28 de agosto de 2017

La línea de la belleza


La etiqueta de la multinacional francesa en que compré este volumen de The Line of Beauty está fechada en diciembre de 2004, el mismo año en que la novela fue publicada y ganó el premio Man Booker. Yo había leído con cierta continuidad otras novelas anteriores de Alan Hollinghurst, como The Spell (publicada en 1998 y que leí en 2000), La estrella de la guarda (publicada en 1994 y que leí en 1998), y La biblioteca de la piscina (publicada en 1988 y que leí en 1999). Creo que las fechas son importantes porque durante años se dijo que si Hollinghurst (1954) no había ganado antes el Man Booker frente a algunos contemporáneos como Ian McEwan (1948) o Kazuo Ishiguro (1954) se debía al contenido homoerótico de sus novelas. Las fechas también importan porque se trata de una novela histórica que retrata el thatcherismo desde un observatorio privilegiado –el interior de una familia conservadora- así como el inicio de la plaga del VIH en la Inglaterra de los ochenta. La visión del VIH, su tratamiento social y mediático, su estigmatización y su (relativa) normalización actual, son asuntos que han evolucionado con tal rapidez que sólo trece años de tiempo se convierten en un abismo. También me sucedió recientemente con Dorian, aunque afortunadamente Hollinghurst es un escritor con muchos más valores.

La línea de la belleza a que hace referencia el título no es más que una S suave, que podría ser la que conforma las aberturas de resonancia de un violín, o, como se menciona en la novela, las curvas de un arco conopial. El protagonista de la novela es Nick Guest (con ese gusto por los apellidos fácilmente simbólicos de Paul Auster) un estudiante de arte que vive como invitado en casa de los Fedden, a cuyo hijo conoció en Oxford. En Oxford Nick también conoció a Wani, el hijo de un libanés millonario gracias a un negocio de tiendas minoristas. Wani está armarizado –incluso tiene novia oficial- y es ocioso, promiscuo y cocainómano, pero también millonario y bello. Tan millonario que se permite regalar un coche a su amante (Nick) y dejarse un dineral en editar con él una revista de arte condenada al fracaso. Pero tan bello que la línea de la belleza anida en él, y el carácter sublime de lo bello puede borrar todo entendimiento. Sucede por otro lado que el padre de los Fedden es un parlamentario tory con deseos de medrar en el Reino Unido thatcheriano, y que la promiscuidad sin protección no era una buena idea en los ochenta. Se adivina al menos una parte del escándalo, claro.

 
Diseño y ejemplos del arco conupial (u ogee-arch, en el original)

La metáfora artística dentro de la obra literaria es una línea que atraviesa toda la obra de Hollinghurst hasta al menos The Line of Beauty (tiene dos novelas más recientes que no he leído), y que sirve para definir las paradojas de las pulsiones sexuales (primordiales en los protagonistas del autor) mediante el deseo de expresión (por emplear un término de Oscar Wilde) de una obra de arte. También sus personajes protagonistas suelen encajar en el arquetipo del joven inglés blanco acomodado o al menos de clase media pero de excelente educación y gusto artístico, homosexual y personalmente liberado, que entabla relaciones poco normativas en las que generalmente conoce una pasión sublime (expresable mediante arte, digamos), y que aunque resultan imposibles como amor duradero dejan en él un conocimiento vital o remarcan la ironía del destino personal. El tono en cualquier caso puede ser erudito pero no elitista, ya que Hollinghurst no define a sus protagonistas (por los que siente una franca simpatía que imagino cercana a una identificación o proyección personales), y así pasa también con Nick Guest, como pedantes culturales o resabiados de su alta cultura, y la novela es accesible, ágil, pícara pero sabia, y divertida. Tal vez Nick sea más avezado sexualmente de lo debido, considerando que en la novela incluso vivimos su pérdida de la virginidad en un episodio que podría bien ser una descripción de una exitosa sesión de bolsa o una sencilla receta de cocina.

Alex Wyndham, quien también fue Cayo Mecenas en Romainterpreta a Wani Ouradi en la adaptación televisiva de la BBC (vía). 

The Line of Beauty resulta muy interesante como retrato familiar de derechas en la Inglaterra en que  esa derecha estaba desmantelando el estado del bienestar. Hollinghurst no hace (del todo, las ironías son implícitas) política social pero sí construye la hipocresía sexual que el VIH obligó a mirar de frente con dramatismo cuando una sociedad adscrita a la doble moral se ve retratada públicamente. Mientras la década va avanzando en el libro, la presencia del virus en la historia va asentándose hasta manchar posiblemente sin remedio la tradicional vida familiar, pero no la libertad con que los personajes jóvenes vivieron su sexualidad (o sus adicciones). Guest en cierto modo actúa como vigilante implicado en las diferentes caras de una vida social en un momento convulso.

Me gusta que Hollinghurst, aunque publica en 2004, no deja que el futuro se cuele en la historia, aunque conocer el final del thatcherismo o los tratamientos médicos actuales sean tentaciones para que el autor muestre un conocimiento superior que el que sus personajes necesitan. También su capacidad de reflejar la combinación de miserias personales, familiares y profesionales que supone la cotidianidad de la vida, para lo que construye episodios domésticos de corte clásico pero hábilmente dialogados y con precisión psicológica. Ha rebajado cierta aunque no totalmente la carga sexual de algunos episodios (que, no obstante, en sus anteriores novelas resultaban excelentemente encajados incluso por su carácter explícito), y tal vez por ello pudo ganar un premio. Él probablemente sabría contar bien las aristas sociales, literarias, artísticas, que algo así tendría.

Alan Hollinghurst (vía)


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